- Hoy se está hablando mucho de “Emergencia educativa”.
- Ciertamente. Intelectuales y dirigentes considerados hoy como un referente utilizan, a menudo, esta expresión cuando abordan el problema educativo, y diversas asociaciones de gran calado cultural y social están dedicando gran esfuerzo a analizar la situación actual, para ver de encontrar una salida airosa a esta crisis pedagógica.
- ¿Qué se quiere indicar, exactamente, con la expresión “Emergencia educativa”?
- Hay dos tipos de emergencia educativa. Uno indica el hecho de que los alumnos presentan un grado de ignorancia inaceptable en cuestiones académicas básicas. Tal fallo puede superarse si se aumenta debidamente el nivel de exigencia y se concede la necesaria autoridad al profesor.
El segundo tipo de emergencia se refiere a la calidad de la enseñanza humanista. Se trata de una situación límite, de graves consecuencias. No se alude sólo a un problema grave, ni a una serie de problemas que puedan ser tratados uno a uno para mejorar la situación. Se quiere indicar que es el conjunto de la situación el que se tambalea peligrosamente, y se requieren soluciones que vayan a la raíz del problema y planteen el tema educativo sobre nuevas bases, más sólidas y fecundas.
- ¿Cree usted que nos hallamos en una situación de emergencia, en el segundo aspecto?
- Lamentablemente sí, en buena medida. Y ello requiere un estudio profundo, pues se trata de una quiebra radical de la forma de pensar. Cuando un alumno dice que “no hay que buscar la verdad, porque cada uno tiene la suya”, nos deja descolocados a profesores y alumnos, literalmente nos desquicia, porque el quicio o eje del proceso formativo es la búsqueda en común de la verdad, es decir, de la realidad tal como se nos patentiza a lo largo de la vida. Si un alumno dice al profesor: “Usted tiene su verdad y la respeto, pero yo tengo la mía y usted debe respetarla”, parece que es muy respetuoso y procura el consenso y la concordia, pero anula nuestra capacidad de conocer la realidad y atenernos a ella, con lo cual mina la base del entendimiento entre formadores y alumnos, y, en general, entre personas y pueblos. Cuando este desgajamiento se hace general, se produce una situación de emergencia educativa.
Si los alumnos de filosofía contemporánea desconocen que Max Scheler y Nicolai Hartmann escribieron sendos libros sobre Ética, están desinformados. Necesitan ampliar sus conocimientos de Historia de la Ética. Pero, si afirman que la libertad y las normas se oponen siempre, les falla la forma de pensar. Piensan sólo en un nivel elemental y aplican esa forma de pensar a los niveles superiores, sin matización alguna. Cuando lo hacen porque ignoran que hay que distinguir niveles de realidad y de conducta, entonces el fallo en la forma de pensar es todavía más profundo; afecta a las bases de su pensamiento. En cuanto este fallo se propague, da lugar a una emergencia educativa.
- ¿Es posible, a su juicio, superar esta situación de emergencia? ¿Tiene algún método para ello?
- Afortunadamente, sí. Debido a una serie de malentendidos y prejuicios, se ha producido una especie de bloqueo intelectual en multitud de personas, especialmente niños y jóvenes. Es necesario conseguir que éstos se liberen de tales malentendidos por propia experiencia. De ahí que mi método –promovido por la Escuela de Pensamiento y Creatividad- no se dirija tanto a “enseñar contenidos” cuanto a “ayudar a niños y jóvenes a descubrir claves de orientación”.
Excerto de uma entrevista de Alfonso López Quintás à televisão espanhola.
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